Palabras puesta en circulación de la novela infantil “El patio encantado” en el área infantil de la Feria Internacional del Libro. Santo Domingo, 30 de abril del 2014.




Querido público presente en nuestra mesa directiva y en este espacio, cuando vemos publicada una obra de nuestra autoría sentimos una satisfacción especial que nos llena por completo. Compartí con mi familia, mis compañeros de trabajo, con mi amiga Rosa Francia y con Ruth Herrera, representante de Alfaguara, este sentimiento y esta alegría que me embargan.

Cuando hace un tiempo comencé a escribir la novela que hoy se conoce como “El patio encantado”, inicié con dos temas distintos en una misma obra. Pronto me di cuenta que los temas sobre la escuela de mi época y los juegos infantiles tradicionales tenían cada uno vida y personalidad propias, por lo que muy pronto los separé y terminé escribiendo dos novelas, una sobre la escuela y otra sobre los juegos infantiles tradicionales que se practicaron por años en el patio de nuestra casa en San José de las Matas, el cual se convirtió en el área de recreo de la mayor parte de los niños del pueblo y en el cual mi madre, Dilia López, ejerció una función de animadora y socializadora de la práctica de juegos de sus ocho hijos y de todos los amigos de estos, que hacíamos una enorme patrulla, compuesta por niños y jóvenes de la mayor parte de los vecindarios de San José de las Matas.

Creo que el sentimiento de propiedad, de magia y de alegría que los niños manifestábamos en ese lugar, se deben al enorme gozo que producían estos juegos, al sentido de grupo, de amistad, de convivencia que se forjó entre nosotros a través de la práctica permanente de los juegos que aparecen en esta novela y de muchos más, de las situaciones tan diversas que vivíamos y del aprendizaje de la vida que adquiríamos.

El juego, bien lo dicen connotados sicólogos que han estudiado este fenómeno socio-afectivo, como Piaget, Vigotsky y Luria, nos prepara para vivir, para disfrutar, para la adultez. Para algunos niños que asistían a este patio esos juegos desempeñaban una función terapéutica, porque allí recibían el cariño que se les negaba en otros espacios. Por esta razón podemos decir que disfrutamos de una niñez sana, llena de alegría y potenciadora de la creatividad.

La Pova, una de las protagonistas de la novela era una connotada jugadora, pequeñita de tamaño y delgadita, tomaba la delantera en la organización, desarrollo y conclusión de la mayor parte de los juegos, armaba líos cuando la situación se tornaba difícil, desafiaba a muchachos y muchachas, a veces de mayor peso, edad y estatura que ella y salía adelante, siempre buscando triunfar en lo que emprendía. Cuando recientemente reestablecí relaciones con ella, vía facebook y por teléfono, me manifestó que siempre que visita San José de las Matas tiene que ir al patio de su tía Dilia y contemplarlo por largo rato, para recordar tantos momentos alegres que pasó allí.

Me contó que cuando era niña, el día de su Primera Comunión fue un sábado en la mañana, y desde el viernes temprano, se había cuadrado un juego para ese sábado. Ella asistió a la iglesia, en compañía de su abuela, quien le había comprado un hermoso conjunto de vestido y zapatos blancos, velo, rosario y bolso. Ya en la iglesia la abuela le hacía señas de que sacara el rosario del bolso para rezar, pero ella se hacía la desentendida, porque en su bolso no guardaba ningún rosario, lo había llenado de bellugas.

Tan pronto se terminó la ceremonia religiosa, la niña corrió hacia su casa, situada al lado de la iglesia, se quitó los zapatos y el velo y salió corriendo por la puerta trasera hacia el patio de juegos de su tía Dilia, antes que la abuela la detuviera para la celebración. Se integró al juego, comió en la casa de la tía, para que no le pidieran cuentas en la suya, se reintegró al juego después de comer y, a las cinco de la tarde, volvió a la realidad, cuando sintió la correa de su abuela sobre el vestido, cuyo color  y apariencia, a esa hora, al igual que los del bolso, eran indefinidos, por la gran cantidad de sucio acumulado en el patio de tierra.

Otro personaje presente en esta novela es la “Maga de los Juegos de los Niños”. Su creación se fundamenta en una historia que oí contar muchas veces en mi casa cuando era pequeña: una niña llamada Chía se ahogó mientras jugaba con una de sus hermanas, a orillas del charco profundo de un río, situado en las proximidades de San José de las Matas. El pueblo entero asistió a su entierro y por años se contó con tristeza este suceso. Lo escuché muchas veces de labios de mi madre y hermanos mayores. Cuando quise crear un personaje infantil fantástico, esa historia vino a mi memoria. Primero se llamó el Duende de los Juegos de los Niños, Ruth y su equipo sugirieron un cambio de nombre, si el personaje era femenino, entonces le llamé La Maga de los Juegos de los Niños y se me ocurrió situar su habitat en las aguas subterráneas que existen en el pueblo, las cuales siempre se mencionan envueltas en misterio. Pero en la novela ella se escapa de las aguas y aparece en varios escenarios, como protectora de los niños, a los que les gusta jugar.

En el trabajo de elaboración de una novela y de su puesta en circulación intervienen muchas manos y una gran diversidad de procesos.

A veces pienso qué sería de los autores y sus obras sin tantas personas, textos y situaciones que nos ayudan y orientan. Agradezco a mis amigos,  hijos, hermanos y esposo por todas las ideas sobre estos juegos que debí recordar y aprender, a Maritza Miari Gutiérrez, ilustradora cubana, cuyos dibujos engalanan y embellecen esta novela, a los niños, niñas y maestras del Centro Educativo Creciendo, porque con la práctica de sus juegos en el patio, refrescaron mi memoria, de manera especial a las profesoras María y Mayra aquí presentes, a doña Jocelyn y Mitzy por su ayuda en la confección de los vestuarios de estas niñas y en los ensayos, así como a los padres y madres, por el entusiasmo para que sus hijos participaran.

Agradezco también a varios libros sobre folclore dominicano, en especial a los de Edna Garrido de Boggs, a Ruth Herrera, representante de Alfaguara, quien no es simplemente una seleccionadora y cazadora de historias, sino, sobre todo, un ojo crítico bien entrenado, con una basta cultura que, junto a su equipo ha contribuido a aclarar, enriquecer y embellecer este texto. Gracias a Leibi Ng, quien nos ha acogido hoy aquí, a toda mi familia y amigos por su presencia, algunos de ellos vienen de muy lejos, como es el caso de Ondina Jáquez, matera de pura cepa, quien está aquí presente, a pesar de vivir en New York. Gracias a la escritora Brunilda Contreras por sus hermosas palabras, su trabajo de presentación y su entusiasmo por el contenido de la novela, a mi nieto Isaac por servirme de inspiración para escribir la novela y por entusiasmarse especialmente con el juego “Mariquita ya se va” y a estas niñas: Mayra, Lizandra, Sarina, Eimy, Amelia, Montserrat, Josmeilin y a David que tan gustosamente han participado y disfrutado en esta puesta en circulación de la novela “El patio Encantado”.  Gracias por la escenificación de los juegos.

Creo que en la actualidad no existen otras actividades infantiles tan importantes como el juego de patio, practicado en grupos. A muchos niños y niñas de hoy se les ha robado el derecho a conocerlos, practicarlos y disfrutarlos. Espero que la Maga de los Juegos de los Niños haga su labor en los vecindarios y en tantos parques infantiles que hoy se están abriendo. Lean pues la novela y dedíquense a traer de vuelta a sus familias, vecindarios, escuelas, parques, residenciales y otros espacios, estos magníficos juegos que les llenarán sus vidas de gozo, de ilusión y les harán echar al zafacón el aburrimiento, una palabra que nuestra generación no conoció y que a estas alturas yo no he conocido nunca.

Gracias a mi hermano Pochocho por sus buenos comentarios sobre la novela, después de haberla leído. Siendo él un lector voraz y crítico, me satisface escuchar sus elogiosos comentarios.

Termino con un pensamiento, relacionado con la elaboración de esta novela,  expresado por  uno de los más grandes escritores de América Latina, cuyas obras han poblado nuestras vidas  y que hace poco se nos fue: Gabriel García Márquez: “ La memoria del corazón magnifica los buenos momentos y olvida los malos. Solo así podemos sobrellevar el pasado”

Gracias.
Margarita Luciano López


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