Rasguñando los tres tiempos, por Ramón Saba


(A modo de prólogo)

Despertar la mañana entre cánticos de luz es similar a evadir penumbras para darle paso al presagio desafiante de la vida.

Navegar por el moméntum esperando las palmeras o gritar entre murmullos que se nos va la vida sin que se apague su vuelo; auscultar las auroras, vencer al viento, salpicar de amapolas los temores y soportar tempestades de silencio, es tan fácil como dominar al tiempo si se ponen de manifiesto en uno, dos o tres los vaticinios de plegarias preñadas de recuerdos.

Así transcurren los episodios de un calendario bombardeado por los sueños; entre nostalgias escondidos o bañados por el duelo.

No es fácil ver pasar la vida sin el sonido de un te quiero, sin las miradas anhelantes de los que nos dieron el primer beso, sin los consejos manipulados por quienes nos regalaron el aliento.

Caminar junto al surco que tejiéramos dedo a dedo, donde cosechamos desvelos, esperanzas, retos… ver crecer a nuestros hijos, parecidos a los abuelos.

Mirar al horizonte sin despegar del suelo. Alcanzar la lontananza con una pluma, un lienzo y un sueño, para dejarla como legado a quienes contarán nuestros anhelos.

Con sutileza de espasmos y versos de jilguero nos saluda Arsenio, dando en cada puntada un poema, un canto, un contrapunto, un recuerdo. Desafiando a las agujas de un reloj detenido en sus espejos.

Desde que nació el primer tiempo, el poeta Arsenio Jiménez-Polanco descubrió que “por la dialéctica lucha de contrarios que silenciosa en la semilla ocurre, la vida en su interior se multiplica”.

Su caminar lento pero de convicción firme, se hacía presente para gritar que “En toda lengua es música tu nombre”.

Desanda con su pluma ardiendo entre papeles en ese primer tiempo, para detenerse orgullosamente entre “Las redes tendidas por los pescadores con espaldas al sol fabricando sales”.

Es probable que el mismo Charles Baudelaire profetizara las andanzas poéticas de Arsenio Jiménez-Polanco cuando dijo “No se puede olvidar el tiempo más que sirviéndose de él”.

Un segundo round acompaña la existencia de este vate de capa y bolígrafo. En este asalto nos sorprende con una poesía más acabada, más determinante. Es un acontecer de mariposas donde “El tiempo es un misterio insondable y oscuro”.  Ya “la fe es convicción de lo invisible que nos conforta toda larga espera”.

Sobre este proceso de guardar lo que fue inicio para continuar el desarrollo inusitado del asombro, nace entonces una vanguardia de colores que desafía a la creatividad, aquí ya “habitan los bramidos y los trinos de monstruos legendarios y las aves”.

Cabe en este momento resaltar unos versos que auguraban el nacimiento de un buen poeta:

“Cien ángeles velaron la frontera del sueño,
fabricó un escondite la palabra”.

En un océano de angustias y desconsuelos, el cosmos de Manhattan Walt Whitman predica que “La fe es el antiséptico del alma”. Arsenio ha bebido de esa misma fuente y en el tercer episodio de su existencia, se abraza con más rigor, pero sin fanatismo alguno, al entusiasmo que le inspira su creencia cristiana. En esta etapa de su recorrido por este plano, el poeta maduro produce versos que sobrecogen al más exigente lector, atrapándonos en un conmovedor vaticinio y expuestos con una calidad escritural que emociona y contagia:

“Porque sus letras tejidas con hilos de mentira
sólo le alcanzan para escribir el texto lapidario,
en su epigrama como única memoria
de lo que fueron sus absurdas aventuras”.

De esta forma se aposenta la producción poética de Arsenio Jiménez-Polanco, hilando promesas y entregando dichas. La calidad de su obra no tiene desaciertos. Para él, dormir es un lujo que atenta contra su poesía y para los que como yo disfrutamos sus arrebatos y compartimos sus ideales, reconocemos que esta obra rasguña En tres tiempos su vida, para dejar un legado a los que con vehemencia ama.

   Ramón Saba

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